martes, 29 de abril de 2014

Octogenarios II

Mi Abuela está toda arrugadita porque fue un lagarto toda su vida. Había un rayito de sol y ella era capaz de hacer la parabólica humana con tal de que ese rayito la broceara.
Mi Abuelo está igual hace, por lo menos, diez años.
Mi Abuelo tiene unos ojazos azules que no heredamos ninguno de los nietos.
Burako. Uff! Tardes de burako, mi Abuelo es un calenton barbaro. En eso a veces también se parecen o se parecían, porque ahora hace mucho que no jugamos. Mi Abuelo se toma todo el tiempo del mundo en analizar la jugada, ahora cuando vos te tomaste más del tiempo que él considera necesario empieza a apurarte. En lo que se parecen es que en algún momento, alguno de los dos se hincha lo suficiente como para abandonar el juego. Empiezan a juntar las fichas o pegan un manotazo sobre las fichas, desacomodando todo el juego, en general del otro.
Mi abuelo, en cada relato donde haya  un punto de referencia te va a saber decir dirección exacta, o al menos entre qué calle y qué calle está, lo que sea de lo que se esté hablando.
Mi abuela siempre fue una gran recitadora. Se había aprendido unos cuantos versos y poemas de pequeña, que aun hoy recuerda. El famoso "Setenta balcones" lo aprendí de ella. Quizás no es famoso, pero yo conozco ese poema porque mi abuela lo recitaba de memoria, de otra manera nunca lo hubiese conocido, porque debo admitir, la poesía no es lo mio.
Mi Abuelo fue siempre del bar. Juega domino. Después de unas fichas jugadas sabe exactamente qué fichas quedan sueltas y probablemente sepa qué fichas tenes vos.
Mi Abuela sabe hacerse querer enseguida. Donde fue, donde vivió, supo hacerse amistades. Tal es así que en el festejo de sus ochenta vinieron amiguitas suyas de Uruguay, que dejó de ver cuando tenía 10 años. Amigos de la adolescencia, una pareja amiga con la que en una salida de joda conoció a mi abuelo. Amigos de la vida, de los barrios donde vivió.
Mi Abuelo cuando le interesa algo se te para al lado, las dos manos atrás y mira, pregunta, mira y repregunta. Así camina también. Con sus dos manos agarradas en la espalda. Es muy una posición de él.
Mi Abuela es hija única, mi Abuelo uno de tres. A la mamá de mi Abuelo la pude conocer, era mi bobe.  A los papás de mi Abuela no.
Mi Abuela se llama Aida.
Mi Abuelo, Santiago.
Dos Octagenarios, Dos.


Setenta balcones y ninguna flor

Baldomero Fernandez Moreno

Setenta balcones hay en esta casa,
setenta balcones y ninguna flor.
¿A sus habitantes, Señor, qué les pasa?
¿Odian el perfume, odian el color?

La piedra desnuda de tristeza
¡dan una tristeza los negros balcones!
¿No hay en esta casa una niña novia?
¿No hay algún poeta lleno de ilusiones?

¿Ninguno desea ver tras los cristales
una diminuta copia de jardín?
¿En la piedra blanca trepar los rosales,
en los hierros negros abrirse un jazmín?

Si no aman las plantas no amarán el ave,
no sabrán de música, de rimas, de amor.
Nunca se oirá un beso, jamás se oirá un clave...

¡Setenta balcones y ninguna flor!

2 comentarios:

  1. Leíste El corazón helado de Almudena?
    tu relato lindo de tus abuelos
    me hizo pensar en cuando se describe amorosamente y en la cotidienidad
    a los que ya vivieron mucho.
    Un abrazo,
    c

    ResponderEliminar

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...